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Hoy quiero compartir con vosotrxs este artículo del Salto para invitar a la reflexión sobre si sabemos todo lo que supone la ropa que vestimos.
También quiero compartir la campaña
#metocalafibra para recordar que hay otras formas de relacionarse con la moda. E incluso, otras formas de moda.

Es un bonito ejercicio el de pararse frente a nuestras prendas de vestir y preguntarles su historia. Nos sorprenderíamos. Incluso en tejidos obtenidos de vegetales, los cuales son más respetuosos con el planeta no se libran de cometer injusticias y desequilibrio en su gestación.
Y es que la clave de todo puede ser el sistema actual de producción de la moda. Tratar de abaratar precios (costes en origen) para vender más y poder producir más para vender más es lo que impera en el mercado para ser competentes. Si os dais cuenta, en este sentido sólo se habla en términos de rendimientos productivos y económicos. Puede tener cabida lo ambiental ya que nuevos materiales más "eco" son interesantes para esta industria en continua búsqueda de productos nuevos. Pero lo que no tiene cabida es lo social.


**El síndrome premenstrual y la viscosa
EMMA GASCÓ
Serlinda Vigara
Archivado en: Ecofeminismo ‧ Ecología. El Salto.
27 NOV 2020 08:30

Unos días antes de que me baje la regla vivo un estado de nervios que me dura el rato que tardo en salir de la ducha y elegir qué me voy a poner. Entro en una especie de angustia en la que me pruebo ropa de manera compulsiva. Percibo una especie de sensibilidad en la piel que me hace sentir los tejidos de manera absolutamente exagerada. Siento que la ropa me pesa, no traspira, raspa, pica. Me cambio una decena de veces hasta que logro dar con algo que me haga estar en paz. Lo único que calma mi algarabía hormonal es la viscosa: una de las materias primas más utilizadas en la industria de la moda por su suavidad y ligereza.

Hace unos años que descubrí este tejido. Me enteré en plena celebración de la Fashion Week 2017, antes de uno de los desfiles inaugurales de la gran semana de la moda de Madrid, cuando Ecologistas en Acción realizó una pasarela alternativa okupando la Plaza del Callao. Una decena de activistas montaron su particular alfombra roja poniendo el foco en este material y en la industria contaminante que lo produce. En pleno síndrome premenstrual descubrí que las fábricas asiáticas donde se produce la viscosa tienen un impacto social y ambiental terrible. Tardé mucho en volver a ponerme una prenda ligera.

La viscosa, no es en sí misma insostenible, es su fabricación la que produce unos efectos devastadores sobre sus trabajadoras y las personas que viven en las áreas cercanas a los centros de producción. Al ser una fibra vegetal, se presenta a incluso como una opción “ecológica” para los consumidores. De este lavado verde (greenwashing) se aprovecha hasta Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia, cuando, hace apenas unos meses hizo público que Inditex y la Xunta iban a convertir “árboles en camisetas”. Feijóo quiere producir 200.000 toneladas de viscosa, un incremento del 33% en la tala de madera gallega y construir un fábrica donde se procese este tejido.

La mayor parte de la viscosa se obtiene tras un proceso químico altamente contaminante y su producción está descentralizada. La lógica de reducción de costes adoptada por la industria de la moda unida a la laxitud en la regulación medioambiental que impera en China, India e Indonesia, donde está el grueso de esta industria, han resultado ser una mezcla explosiva. Las fábricas vierten sus residuos a los ríos, y el agua deja de ser potable. Esa misma agua, envenenada, riega los campos y acaba también con la agricultura de subsistencia de los pueblos. Por si esto fuera poco, se emiten gases tóxicos sin ningún tipo de control. La tierra, el agua y el propio aire, producen enfermedades graves en las poblaciones locales.

La investigación de Changing Markets, “Moda sucia”, recoge buena muestra de estos hechos. En el río Chambal, uno de los afluentes del Ganges, en la India, los investigadores descubrieron lo siguiente: “Río abajo, el agua procedente de la fábrica que llega a los pueblos es de color negro oscuro con rayas rojas y tiene un intenso olor a rábano podrido, lo que indica la presencia de sulfuro de carbono. La fábrica también vierte grandes cantidades de residuos de viscosa en las orillas, sustancias que terminan en el río en la época de los monzones. Las familias sufren de cáncer y deformaciones congénitas como consecuencia de la contaminación de los acuíferos y las tierras de cultivo.”

Impactos parecidos ocurrían en los alrededores de las fábricas chinas. Los investigadores encontraron pruebas de la contaminación del agua y el aire, y multitud de bajas laborales y daños severos en la salud de los habitantes que vivían en las cercanías de las fábricas. Se encontraron también pruebas de que la industria de la viscosa había sido una de las causas de la contaminación del lago Poyang, donde “el agua se había vuelto negra, los peces y las gambas se estaban muriendo y las cosechas habían dejado de crecer”. Poyang, el que era el mayor lago de agua dulce de China, se encuentra ya en un avanzado estado de desertificación. Albergaba, además, a varias especies en peligro de extinción, como la marsopa sin aletas, y constituye un hábitat de vital importancia para medio millón de aves migratorias al año.

Mientras que el agua sucia corre aguas abajo de cada río cercano a una fábrica de viscosa, las prendas elaboradas con este tejido llegan a las tiendas para ser compradas masivamente un día como hoy gracias, entre otros, a Amancio Ortega. Inditex se comprometió en 2017 a revisar su producción de viscosa debido a la presión de numerosas organizaciones. No fue la única. Algunas empresas como H&M, Tesco, Marks & Spencer (M&S), C&A, expresaron su conmoción por la magnitud de los daños y prometieron tomar medidas para abordar la problemática, que está monopolizada por 10 empresas controlan el 70% de la producción mundial de viscosa. La Fundación Changing Markets lidera la presión al sector industrial de la viscosa. Han conseguido que en 2019 se registrara el mayor nivel de compromiso de las marcas de moda para acabar con esta producción tóxica.

La fundación expone que la única manera de lograr que los fabricantes avancen hacia una producción responsable de la viscosa es la presión social. Pero este material es solo un símbolo más que señala un problema mucho más complejo: el impacto ambiental y social de la moda. Un problema que a veces solo nos pesa en una anécdota relacionada con nuestro propio cuerpo, pero que cuando se profundiza en sus impactos, se señala a los responsables y se articulan las respuestas y las resistencias, tiene los días contados. Como todo.



**La campaña #metocalafibra

De RUREX , de autoría extremeña, es un proyecto audiovisual con el que se quiere poner foco en todo lo que conlleva la producción de moda para cambiar conciencias o, al menos, hacer reflexionar al consumidor.
Tiene un lenguaje visual que me ha gustado y el mensaje es totalmente directo.
Aquí os dejo el enlace a la lista de vídeos:
https://youtube.com/playlist...

 

Para acabar me gustaría decir que se acercan fechas de alto consumo, y que desde mi punto de vista deberíamos pensar un poco antes de comprar. Regalemos algo de respiro al planeta y a nosotrxs mismos

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